
El escenario agroindustrial argentino se va configurando con nuevos matices, luego de las elecciones. Y, con “un poco más de paciencia” y sensibilidad social, puede verse con lógica de “medio vaso lleno”.
Está claro, que quede claro de entrada, que la producción agropecuaria es la actividad que más aporta a la economía argentina: en impuestos para contener el déficit fiscal y la pobreza lacerante, en dólares para “contener el tipo de cambio” y el poder adquisitivo de productos importados, entre otros aportes sustanciales todavía no debidamente reconocidos desde quienes opinan -o simulan creer, por interés- que “los alimentos salen de la heladera”.
Con todo, desde un punto de vista político hay señales de que la derrota electoral que el Gobierno intenta diluir “ha servido para algo…” El primer gran síntoma, siempre mirando las cosas con optimismo, es que pese a las declaraciones “pour la galerie”, para su tribuna oficialista, el secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, no ha tenido la última palabra en el gran tema del año: el cepo a la carne.
La restricción vigente sólo para los “cortes populares “ es claramente un subsidio cruzado de la cadena productiva de ganados y carnes a los consumidores, pero es la concesión a la que estuvieron dispuestos los dirigentes de la Mesa de Enlace desde hace meses y finalmente es la prenda de cambio para dejar fluir los otros embarques.
Los exportadores y supermercadistas que aceptaron triplicar los volúmenes´de cortes rebajados para las Fiestas también entienden que es un aporte manejable en tanto haya libertad de comercio en el resto del rubro.